- Editorial:
- MIGUEL GÓMEZ EDICIONES
- ISBN:
- 978-84-88326-18-8
- Encuadernación:
- Rústica
DERIVAS DEL DISCURSO CAPITALISTA: NOTAS SOBRE PSICOANÁLISIS Y POLÍTICA
ALEMÁN, JORGE
Si bien es cierto, que el existencialismo toma sus distancias con la dimensión épica, heroica y viril del decisionismo propio de la derecha «tomar las riendas de su destino», «apropiarse de su existencia», etcétera, un cierto gusto por el voluntarismo heroico perdura, sutilmente, en algunas de las variantes argumentales. Por ello, son las tesis de Lacan, las que tal vez permitan obtener sobre este punto una teoría de la decisión despojada de la inercia semántica que la ha acompañado. . . ¿Por qué no se puede escribir lógicamente la relación entre el hombre y la mujer? ¿No se dispone acaso de los términos hombre y mujer, que son términos presentes en todas las lenguas?. . . Homosexualidad, heterosexualidad, lesbianismo, etcétera son identidades-respuestas a la imposibilidad de la relación-proporción sexual. Constituyen la respuesta «sintomática» de la existencia al Deber de su deseo. Cualquier intento de estratificar, jerarquizar, darle prioridad o fundamento a una práctica sobre las otras es siempre un intento de dar consistencia ontológica a una identidad. . . El Discurso Capitalista ha mundializado el objeto técnico (y su participación directa en el terror organizado) pero no ha derivado hacia una «civilización política mundial», el fortalecimiento de las identidades religiosas, culturales, nacionales (aunque ya sea siempre bajo una forma paródica) no efectúa ningún corte en el Uno del capitalista sino que lo reafirma. . . Por ello, las oposiciones entre ricos-pobres, imperialismo-pueblo oprimido, Occidente-Oriente, Norte-Sur, Civilizacion-Barbarie existen y son eficaces en su realidad, pero se deconstruyen de inmediato si se adopta la perspectiva del Discurso Capitalista. . . El miedo propio de la experiencia humana incluye siempre, al menos como oportunidad, una renovación del proyecto de existir y sus condiciones. Sin esta referencia al carácter de desamparo esencial de nuestra existencia, el miedo sería entonces un mero comportamiento reflejo o instintivo, más propio de la etología. En el miedo no sólo nos protegemos: se nos da la posibilidad de saber «qué hacen» con una existencia que por estructura es injustificable y sin excusas. . . La existencia querría dormir en su tedio, ser tratada y tratarse como un ente cerrado en sí mismo que a veces accidentalmente tiene alguna avería que debe ser reformada, o como algo que responde a mecanismos enteramente condicionados que pueden incluso ser fortalecidos y programados, o como alguien que, gracias a la autopercepción de si, se puede conocer, controlar y orientar, «autoayudarse» como desafortunadamente se profiere en estos tiempos donde la obscenidad de la llamada «autoestima» campea por sus fueros. . . Una vez que se comprendió que la metafísica de los grandes relatos era impotente para regular lo que había desencadenado la técnica, se procedió a la deconstrucción generalizada, para luego consagrarse a la «ironía privada» o al mesianismo de la nueva esperanza. Pero en el camino se llevaron una vez más por delante la subjetividad; hablar de un sujeto «desfundamentado», frágil, sin centro, distinto del yo, como ya hacen los postmodernos, es sólo el comienzo de la cuestión, pues sin la conexión con la problemática del goce, se vuelve una y otra vez, a una subjetividad idealista. . . En el horizonte de la época del discurso capitalista, el ciudadano como tal, ha dejado de serlo, para volverse un defensor permanentemente en guardia de la precaria burbuja que lo protege de una alteridad indescifrable que comienza a asediarlo por todas partes. Es un deber del psicoanálisis pensar esa alteridad y darle su nombre en la experiencia subjetiva. Lo cierto es que las llamadas «reglas de juego democráticas», no logran ya metabolizar el miedo. El miedo se vuelve un factor determinante de la política, dicho de otra manera, la gestión, administración y producción del miedo es el arte de la política en el Occidente desarrollado. . . Lacan leyó el texto mismo de El Capital, lo que le permite no disolver el pensamiento de Marx ni en el materialismo dialéctico, ni aún en sus variantes contemporáneas, «freudo-marxistas» o «epistemológicas». . . Es verdad que este discurso capitalista se nos presenta de una manera tan compleja que concebir su salida se vuelve absolutamente problemático, al menos si uno no quiere delirar. Pero evidentemente, tiene que dejarse consignado que todas las alternativas de izquierda que se presentan, se realizan en la mayoría de los casos sobre el trasfondo, sobre el violento silencio, de que no se puede proponer una alternativa al capitalismo.