- Editorial:
- COMARES
- Año de edición:
- 2014
- Materia:
- Arquitectura
- ISBN:
- 978-84-9045-225-7
- Páginas:
- 584
- Encuadernación:
- Rústica
ARQUITECTOS Y MAESTROS DE OBRAS EN LA ALHAMBRA, SIGLOS XVI-XVIII : ARTÍFICES DE CANTERÍA, ALBAÑILERÍ
GALERA MENDOZA, ESTER
La Alhambra ha sido objeto de múltiples miradas a lo largo de la historia. Desde el siglo XVIII la mayoría de los estudios sobre el monumento se centraron en la época nazarí y en el legado artístico hispanomusulmán. El fervor orientalista y el interés por lo exótico incentivaron a un buen número de viajeros a visitar la Alhambra y a relatar su experiencia alentando así aún más el interés por el monumento y el legado islámico. En la Edad Moderna, sin embargo, la Alhambra fue apreciada fundamentalmente como símbolo de la unidad política, cultural y religiosa conseguida por la Monarquía después de la conquista de 1492. Las investigaciones centradas en este período histórico irremediablemente han de ser testigo de este nuevo rol simbólico asignado a la Alhambra, que de algún modo se pone de manifiesto también en el programa de obras reales llevado a cabo en la ciudad palatina desde el reinado de los Reyes Católicos hasta el siglo XVIII.
El carácter palatino y militar del recinto determinó la singularidad de la Alhambra como centro del poder político del reino nazarí y posteriormente en época cristiana, incluso cuando la Corte solo residiera ocasionalmente en la ciudadela. Su estatus como Sitio Real, bajo la tutela del conde de Tendilla como alcaide, posibilitó una serie de intervenciones en los palacios y en el recinto fortificado promovidos por la Corona y bajo la supervisión de la Junta de Obras y Bosques, que mantuvieron con vida las casas reales pese a estar tan apartadas de la Corte y de los intereses de los reyes. Por otro lado, al ser sede de la Capitanía General del reino de Granada la ciudadela ofrecía cierta utilidad militar que justificaba la inversión en el mantenimiento de los inmuebles que la conformaban.
La decisión de construir un nuevo palacio real adoptada por el emperador Carlos V dio aún mayor relieve a este Sitio Real y puso en marcha una maquinaria que mantuvo económicamente a la fortaleza y a buena parte de sus moradores durante siglos. Numerosos operarios de la construcción encontraron oportunidades de trabajo en las obras de la Alhambra y gracias a ello pudieron subsistir con sus familias, compaginando muchas veces su labor como trabajadores de las obras reales y como soldados.
La edificación del palacio de Carlos V y de las habitaciones del emperador modificaron sin duda el carácter original de la ciudadela nazarí y crearon una nueva imagen del poder acorde con el cambio geopolítico propiciado por la conquista. Sin embargo, el deseo de conservar los palacios nazaríes y la estructura fortificada con su carácter original fue una constante en la política de conservación y restauración de la Alhambra durante los sucesivos reinados desde los Reyes Católicos en adelante, siendo particularmente importante a partir del siglo XIX, cuando el interés por el arte islámico experimentó un especial auge. Las restauraciones llevadas a cabo durante toda la Edad Moderna siempre estuvieron movidas por el deseo de mantener las casas reales nazaríes en pie y preservar de la destrucción sus elementos ornamentales originales, restituyéndolos cuando fue necesario con las mismas características iniciales. Este trabajo fue realizado por operarios especializados en el arte de la albañilería, carpintería, yesería, azulejería y forja bajo la dirección de los arquitectos y maestros de obras designados por el rey a través de la Junta de Obras y Bosques. Estos maestros no solo dirigieron la construcción del palacio de Carlos V, sino que también se ocuparon de inspeccionar el estado de conservación de los palacios nazaríes y de la estructura fortificada, y de realizar las restauraciones necesarias, y ello pese a las crecientes dificultades de financiación de las obras como consecuencia de la pérdida de ingresos, de la dificultad para cobrar ciertas rentas a ellas destinadas, y por la crisis generalizada en España durante el siglo XVII que llevó durante la centuria siguiente a detener las obras e iniciar un proceso de restitución de bienes inmuebles a la Corona movido por un deseo de sanear la hacienda real provocando numerosos desavecindamientos y el deterioro y abandono de la ciudadela.
Las actuaciones en materia de construcción llevadas a cabo en la Alhambra en la Edad Moderna estuvieron, asimismo, orientadas a mantener en buen estado de conservación el resto de los inmuebles que conformaban la estructura urbana de la Alhambra: viviendas de vecinos y soldados, inmuebles de carácter comercial, espacios destinados al culto y al ocio, dependencias de carácter administrativo, murallas, torres, y jardines. Las restauraciones y mejoras realizadas en estos edificios fueron sufragadas con los fondos destinados a las obras reales, pues la mayoría de estos inmuebles y el funcionamiento mismo de la fortaleza dependió esencialmente de la Corona. Fueron los mismos operarios que trabajaron en la construcción del palacio de Carlos V y en la restauración de las casas reales nazaríes los que asimismo acometieron estos otros trabajos de mantenimiento.